Vengo con un hueco en el alma, con espinas en las uñas, labios encadenados, veneno en los ojos y se me resbala la vida a cada instante.

Una rosa

Ladrona de sonrisas

De suaves pétalos e hirientes espinas

Acarreadora de miradas

Su aroma se escusa en recuerdos

De fugaces colores

Con carentes reflejos

Del contacto a la ausencia

Llenan mares

Sin ella

  

Por escrito, una llamada, con una paloma, una canción, un silbido, señales de humo...

¡Hasta con un suspiro!

No hay ni vela, ni cerillo ni pensar en un rayo de sol, le iluminan solo las colillas a medio morir de sus tropiezos, que si bien ha sabido caer en blandito la mayoría le dejó marcas absurdamente imborrables. El fuego se consume de manera lenta pero la esencia del olor se queda impregnado en las grietas del alma, ahí en medio, donde no se puede quitar.

Tengo unas incontrolables ganas de aventar todo por la ventana, dejar que se lo lleve la noche, que se pierda con lo infinito de las estrellas y si llegase a escapar, lo oculten de mi las nubes que escupen tormentas.

Hagamos un trato

Te regalo mis labios para tu cuello, mis dedos helados y con olor a cigarro.

Regresé de la tranquilidad del verde difuminado por el humo de mi cigarro, me envolvió una vez más en su preciosa locura, aclarando la mía y haciéndome recordar el por qué de mis viejas manías, de perderme en el atardecer hasta embriagarme con la luz de la luna. 

Sigo aturdida  por tantas injusticias en la vida.