20 sept 2012

No hay ni vela, ni cerillo ni pensar en un rayo de sol, le iluminan solo las colillas a medio morir de sus tropiezos, que si bien ha sabido caer en blandito la mayoría le dejó marcas absurdamente imborrables. El fuego se consume de manera lenta pero la esencia del olor se queda impregnado en las grietas del alma, ahí en medio, donde no se puede quitar.

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